Josefina González ingresó a la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación hace 13 años. Ahora se gradúa y es la primera persona trans en egresar de la Facultad de Información y Comunicación (FIC) de la Universidad de la República (Udelar). Si bien recibió el acompañamiento de diversas personas, asegura que el tránsito por la FIC y la Udelar no fue fácil. Mientras se siente “des-travando la Universidad”, González nos recuerda que “lo que no se nombra, no existe” y por eso buscamos sus palabras: para aprender qué nos queda por hacer al momento de construir una institución educativa integralmente inclusiva.

Foto de Josefina González

El 2,9 % de las personas trans en Uruguay tiene como máximo nivel educativo alcanzado el bachillerato completo y el 1,1 % terminó la universidad o similar, según el fascículo sobre educación del primer Censo de Personas Trans realizado en 2016. Esto tiene como consecuencia que en los niveles más altos de educación haya menor presencia de personas trans. Si se desagrega por género, tienen universidad incompleta el 2,5 % de las mujeres trans y el 9,6 % de los varones trans. Quienes salieron de su hogar antes de los 18 años registran los peores desempeños educativos: 6 de cada 10 personas trans que se desvincularon de su hogar entre los 15 y 17 años no lograron superar ciclo básico de enseñanza media. Los desempeños educativos de todas las personas están directamente vinculados con la inserción y la permanencia en el mercado de trabajo, algo que marcan sus ciclos de vida.

Para revertir las cifras son necesarios los cambios sociales. “Las transformaciones culturales se logran a través de prácticas cotidianas, generando información. Apuesto a que construyamos vínculos y sentidos que nos hagan ver que la diversidad en todas sus formas nos enriquece como seres sociales”, resume González al momento de proponer caminos a seguir como sociedad. En la FIC-Udelar entrevistamos a la primera egresada trans.

 

¿Qué significa para vos como mujer trans terminar la Licenciatura y ser una egresada de la Universidad?

Estoy profundamente emocionada y siento que además de cerrar una etapa para abrir otras, es una conquista personal, pero fundamentalmente es un hecho político. Estoy siendo la primera Licenciada en Ciencias de la Comunicación trava-trans y la quinta egresada trava-trans de la Universidad de la República en toda su historia. Sin duda mi tránsito educativo por educación media y terciaria habitando una identidad no hegemónica fue duro y me lo hicieron notar, pero qué linda satisfacción y gran emoción me invade hoy, después de ver el camino recorrido y haber sorteado todos esos obstáculos.

 

¿Por qué considerás que tan pocas personas trans llegan a la educación terciaria?

Como ya hemos expresado en diversas instancias y a través de diferentes estudios, la población trans en Latinoamérica es una de las más vulneradas, hablamos de una población que sigue siendo asesinada, incluso me animo a afirmar la existencia de un genocidio trans histórico en nuestro continente. Otro dato fundamental es el hecho de que nosotras tenemos la pirámide invertida en cuanto a la expectativa de vida, que se sitúa entre los 35 y 40 años, esto quiere decir que nuestra adultez está en los 40 años y que no envejecemos.

A estos datos les podemos sumar otros, por ejemplo que la expulsión del sistema educativo se produce en promedio cuando tenemos entre 14 y 16 años (según el Censo Nacional de Personas Trans realizado por el Ministerio de Desarrollo Social en 2016). Si a esto le agregamos el hecho de no sos apoyada por tu familia y que por motivo de tu identidad de género te expulsan también de tu casa, podemos afirmar que no estamos frente a la posibilidad de tener un buen desarrollo de vida, y mucho menos de poder acceder como el resto de las personas a determinados derechos como la educación.

 

¿Y por qué pensás que tan pocas personas trans han egresado de la universidad?

El hecho de que vivamos en una cultura capitalista, patriarcal, machista, binaria-hegemónica que reproduce constantemente desigualdades y violencias, hace que subjetividades como la de las identidades trans no contemos con tanta o casi nula referencia en cuanto a modelos a seguir. Mucho menos encontramos referencias en las instituciones educativas y menos aún en formaciones terciarias. Esto sumado a una trayectoria de vida cargada de invisibilizaciones y violencias hace que en más de 200 años de la Universidad, apenas seamos alrededor de cinco personas egresadas habitando identidades trans.

 

¿Qué te permitió a vos realizar este camino de forma fructífera y egresar este año?

Siempre he afirmado que he sido una persona trans privilegiada. No desde el punto de vista socioeconómico sino desde los apoyos, el afecto y la contención. Tuve la oportunidad de haber sido aceptada por mi familia y eso no es común en nuestras experiencias de vida. También fui motivada a estudiar y formarme por mi madre que siempre fue muy insistente en eso. Pude irme de mi casa por voluntad propia a los 21 años con proyectos de formarme y trabajar y eso tampoco es común en nuestras historias.

Considero que lo que quizás me permitió a mí continuar con mi formación fue la perseverancia con la cual me manejé y las estrategias que me tracé para sobrevivir a un sistema que me negaba e invisibilizaba. Recuerdo los primeros años en facultad cuando no existía aún el derecho al cambio de nombre y sexo registral: antes de un examen los docentes te llamaban uno por uno siguiendo la lista de habilitados, delante de todos, y cuando me nombraban yo esperaba que pasaran un par de personas más después de mí para acercarme al profesor y decirle en voz baja que me había nombrado con mi otro nombre y le pedía para pasar. Éste es un claro ejemplo de estrategias para sortear una gran barrera institucional.

El haber hecho amistad con un grupo de compañeras los primeros días de clase en la ex Liccom [Licenciatura en Ciencias de la Comunicación] también me ayudó y me ofreció una red de contención y de estudio.

 

¿Qué desafíos tuviste para integrarte a este espacio de socialización?

Quiero explicitar el hecho de que a las identidades trans nos cuesta muchísimo sostener espacios, mucho más de formación académica. Sobre todo es necesario dejar en claro que en el año 2006 era casi imposible escuchar sobre nosotras, visibilizarnos era complejísimo, y son las pequeñas cosas las que importan. Hago hincapié en que nosotras sufrimos violencias cotidianas normalizadas para las otredades. Yo llegaba al edificio de facultad hiper violentada. Si bien la institución no me significó extremadamente violenta, sí hubo ausencias u omisiones, y somos pocas las que logramos sostener esos procesos.

También quiero valorar que en mi trayectoria hubo algunos docentes que fueron muy humanos y sin tener formación específica en lo referente a la construcción de identidades sexo-genéricas disidentes, supieron darme una mano. Y quiero destacar especialmente la buena atención y amorosidad de la compañera de bedelía Claudia Ricarte, que siempre me dió para adelante, aún cuando pensé que no podía, ya que abandoné la carrera en tres oportunidades y cada vez era más difícil retomarla. Hoy esos procesos son anecdóticos.

 

¿Qué puede hacer la FIC para mejorar el tránsito educativo de las personas trans?

Como institución educativa debe mejorar e incorporar en la currícula formal la formación específica de la temática de los movimientos sociales por la diversidad, sus desafíos, conquistas y los marcos normativos, bajo el paraguas de los derechos humanos. A su vez las pequeñas cosas de la cotidianeidad como acondicionar infraestructura que permita contar con baños inclusivos [en materia de género]. Promover y diseñar un programa de protección a las trayectorias educativas de las identidades trans presentes en la academia, sería también un interesante desafío. Generar espacios de intercambio o intervenciones en fechas claves como el mes de junio en el marco del Día Internacional del Orgullo LGTBI [Lésbico-Gay-Trans-Bi-Intersexual] o en setiembre durante el Mes de la Diversidad. Capacitar a su funcionariado en la temática y generar espacios para el abordaje y la problematización de las construcciones sexo-genéricas disidentes, entre otras acciones. “Lo que no se nombra, no existe”: con esta frase aseguro que las violencias institucionales tienen que ver con no nombrar, no abordar, no visibilizar, no referenciar. Ese desafío nos compromete a todes, porque los espacios inclusivos o con condiciones de habitabilidad se construyen entre todes. Creo firmemente que las transformaciones culturales se logran a través de prácticas cotidianas, habilitando espacios y generando información. Apuesto a que construyamos vínculos y sentidos que nos hagan ver que la diversidad en todas sus formas nos enriquece como seres sociales.

 

¿Cómo estimularías a otras personas trans a ingresar a la Universidad y culminar sus estudios?

Creo que ejemplos como el mío son estimulantes por sí mismos. Les digo que el sacrificio vale la alegría, porque formarse es una poderosa herramienta. Y siempre es mejor si es para construir pensamiento crítico que luego construya pensamiento y acción política colectiva, que se materialice en accesibilidad a los derechos.